Se programa cuando cae,
cuando el desorden lo aplasta;
cuando traga sabores sin siquiera diferenciarlos;
cuando lleva la mano menos diestra ante sus labios,
y miente,
o escribe con la otra su historia de ruidos inconclusos,
sinfonía del orden;
cuando recorre el cuarto, cuadrado;
cuando encoje sus dedos dentro de las zapatillas;
cuando patea su lengua contra los dientes,
y siente,
que ya se ha desprogramado.
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